Inspirado en el pensamiento de Mou Nandi.
La equidad no aparece como un gesto aislado ni como una política que se escribe en documentos solemnes. La equidad se cultiva. Cada día, silenciosa, va moldeando la forma en que nos relacionamos, aprendemos y cuidamos unos de otros. Cuando reflexionaba sobre el impacto social de la innovación: la verdadera tecnología es aquella que abre puertas que antes no existían. Y con esa frase me pregunto, ¿qué puertas estamos dispuestos a abrir hoy?
Porque la equidad no es una conquista definitiva; es una tarea diaria. Y sobre todo, es un compromiso con los que están antes y después de nosotros. La equidad sostiene esta sociedad no como un pilar perfecto, sino como una fuerza humana que empuja, cuestiona y transforma. Cuando una comunidad decide compartir el conocimiento, cuando una persona entiende que su bienestar depende también del bienestar del otro, ahí empieza a nacer una sociedad más digna.
La historia nos recuerda que por siglos levantamos barreras de origen, de acceso, de privilegio, de salud, incluso de esperanza y cada generación parece descubrirlas de nuevo. Sin embargo, hoy nos toca romperlas con herramientas distintas: Innovación, tecnología, y sobre todo humanidad. Porque la. innovación sin sentido social no es más que ruido; pero la innovación centrada en la equidad se convierte en un acto profundo de amor por el prójimo.
En el campo de la salud uno de los grandes desafíos contemporáneos hablar de equidad es hablar de vidas que pueden cambiar si apostamos por la medición, la prevención y la información. Innovaciones como la detección no invasiva de enfermedades, accesible para comunidades vulnerables, nos recuerdan que la ciencia no es un privilegio: es un derecho. Y cuando la tecnología llega hasta la última persona, entonces la humanidad avanza.
La equidad nos impulsa a ir más allá de lo establecido: a repensar la medicina, a reinventar la educación, a ofrecer pan, conocimiento o herramientas a quienes durante décadas no tuvieron nada más que silencio. Es una motivación profunda que no solo intenta corregir desigualdades, sino imaginar un futuro donde esas desigualdades ya no tengan espacio para existir.
Quizás, al final, la equidad es la palabra más cercana a la idea de amor colectivo: una afirmación rotunda de que ninguna vida es menos valiosa que otra. Que la innovación es auténtica cuando nadie queda atrás. Y que el progreso, si no es equitativo, simplemente no puede llamarse progreso.
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Presidente y Fundador de NutrilNnova Honduras. Profesional con formación en Nutrición y Dietética, con experiencia en Nutrición Comunitaria y Pediátrica. Investigador y experto en Epidemiología Clínica y Salud Pública. Colaborador en programas sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria en México.
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