Los jóvenes estamos construyendo la historia que merecemos.

Los cipotes no solo tienen sueños, también las manos para hacerlos realidad.

 

Cada 12 de agosto el mundo celebra el Día Internacional de la Juventud, una fecha establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999 para reconocer el papel fundamental que los jóvenes juegan en el desarrollo de sus países. No es solo una celebración simbólica: es una oportunidad para alzar la voz, compartir ideas y recordar que las decisiones que tomamos hoy marcarán el rumbo de nuestro futuro.

En Honduras, donde más de un tercio de la población es joven, esta fecha nos recuerda que tenemos en nuestras manos y en nuestras ideas, la capacidad de transformar la realidad. Sí, los retos son grandes, pero la historia nos demuestra que las generaciones jóvenes han sido la chispa que enciende la creatividad, la colaboración y el compromiso con un mundo más justo.

Los retos que enfrentamos y cómo podemos cambiarlos

Ser joven hoy es vivir en una etapa llena de energía y posibilidades, pero también con desafíos que exigen creatividad, colaboración y resiliencia. Según Naciones Unidas, en América Latina y el Caribe hay alrededor de 160 millones de personas jóvenes entre 10 y 24 años, lo que representa el 25 % de la población. En nuestro país, más de un tercio de la población es joven y, según datos del Consejo Nacional Electoral, casi el 70 % del padrón electoral está compuesto por menores de 30 años, lo que nos coloca en una posición clave para impulsar cambios reales.

Aun así, los retos son evidentes: la tasa de desempleo juvenil duplica la general y cerca del 28 % de jóvenes en Honduras no estudia ni trabaja. En lo ambiental, vivimos en una de las regiones más vulnerables al cambio climático; el acceso a agua potable y saneamiento aún no es universal, y la pérdida de biodiversidad avanza a un ritmo preocupante. Estos problemas limitan nuestras oportunidades presentes y futuras, pero también están siendo terreno fértil para que la juventud tome liderazgo.

Porque sí, los cipotes estamos en movimiento. Desde barrios y aldeas hasta escenarios globales, cientos de jóvenes hondureños están organizando campañas de reforestación, creando emprendimientos sostenibles, levantando la voz en cabildos abiertos, formando redes de apoyo para mujeres y niñas, e impulsando proyectos que fortalecen comunidades. Son acciones que no siempre salen en titulares, pero que están cambiando realidades.

Estos ejemplos demuestran que los retos no son muros, sino puntos de partida. Cuando los jóvenes nos organizamos, compartimos ideas y trabajamos juntos, lo que parecía imposible se vuelve alcanzable. Cada voto informado, cada iniciativa ambiental, cada espacio seguro que creamos y cada oportunidad que abrimos es una pieza más en la construcción de un presente más fuerte y un futuro más justo.

Los cipotes convertimos los sueños en realidades.

Los desafíos que vivimos no son el final de la historia, son el punto de partida. Este Día de la Juventud es un recordatorio de que tenemos la capacidad de imaginar un país distinto y la energía para construirlo. Pero ese cambio no llega solo: se forja en cada decisión consciente, en cada paso que damos para cuidar el planeta, abrir oportunidades y defender lo que creemos justo.

Hoy la invitación es clara: que esta fecha no sea solo una conmemoración, sino un impulso. Usemos nuestra voz, nuestras ideas y nuestro talento para que el presente y el futuro lleven nuestra marca. Porque el verdadero significado del Día de la Juventud no está en mirarnos como el futuro distante, sino en tomar el ahora como el momento para construir lo que merecemos, siendo protagonistas de las decisiones y acciones de hoy.