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Del fracaso se aprende, del éxito no tanto

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El fracaso desanima. Nadie lo busca, nadie lo celebra. He llegado a pensar que el fracaso no es un accidente, sino la lengua secreta en la que la vida nos habla. Sin embargo, si lo miramos con profundidad, descubrimos que es un maestro silencioso.

Cada caída no significa que hemos perdido, sino que hemos recibido una corrección: una advertencia que nos prepara para que la próxima vez el tropiezo se convierta en triunfo, pero con experiencia acumulada, Cada tropiezo es un recordatorio de que somos seres incompletos que solo avanzan corrigiendo.

En la juventud, esto es cotidiano. Nos caemos y nos levantamos una y otra vez: en la escuela, en un proyecto, en un sueño que parecía más sencillo de lo que realmente era. A veces creemos que equivocarnos es sinónimo de incapacidad, cuando en realidad es la señal de que estamos en proceso de aprender.

Lo mismo ocurre en la salud y la medicina. La historia del conocimiento científico está construida sobre errores. Cada descubrimiento, cada avance, nació de intentos fallidos. Fue precisamente en esos fallos donde surgieron las respuestas que después salvaron vidas. Lo mismo en nuestra vida personal: cuando la situación se vuelve difícil, confiar en Dios o en aquello que nos motiva profundamente nos da la fuerza de no declinar.

El éxito, por su parte, es realización. Nos detiene por un instante y nos invita a mirar atrás, a reconocer el camino recorrido. Pero llegar al éxito nunca es un viaje en línea recta. No siempre sale a la primera. A veces un proyecto, un plan o una idea se derrumban. Y entonces aparece la pregunta: ¿nos rendimos o lo intentamos otra vez?

Intentarlo otra vez es un acto de valentía. Porque no todos lo hacen. El miedo a caer de nuevo paraliza a muchos. Pero si uno toma el aprendizaje de la última caída y lo aplica con humildad e inteligencia, esa experiencia se convierte en el impulso que faltaba como pieza clave para alcanzar finalmente lo que se deseaba.

La vida misma se construye sobre esa dinámica: fracasar, aprender, ajustar y volver a intentarlo. El fracaso nos enseña paciencia, nos enseña humildad y nos enseña resiliencia. El éxito nos muestra la realización, pero el fracaso nos enseña el camino hacia ella. Quizá la enseñanza más grande sea esta: no temamos caer, temamos más bien no intentarlo. Porque en cada caída hay una lección, y en cada lección la posibilidad de levantarnos más fuertes.

Finalizo con un pensamiento: “no eras todavía lo que debías ser, por eso caíste.” Y en esa caída hay una promesa: la de levantarnos con más conciencia, más humildad y más sabiduría.

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Es la revista digital de Cipotes Honduras, enfocada en noticias, análisis e información de interés para la juventud. Combina periodismo, opinión e investigación sobre temas sociales, ambientales y de desarrollo.

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